Thursday, 5 December 2019

Ácido sulfúrico



Ácido sulfúrico de Amélie Nothomb no es un libro fácil. El ácido del título corroe la trama y sus personajes de principio a fin. Es una distopía que no pone en el centro a la política y las instituciones sino al entretenimiento y las masas. No impone un nuevo orden social a sus personajes, salvo a aquéllos que deben “jugar” en el reality “Concentración”.

Pannonique, la heroína, se convierte en líder casi sin darse cuenta. Cuando lo descubre, se siente con poder para salvar a todos, aunque luego descubre que no es así. Pannonique es de pocas pero fulgurantes palabras. Se niega a ceder lo que aún le queda: su dignidad, su nombre. Y aunque en un principio pensé, recordando aquel famoso discurso de Julieta Montesco (quien se pregunta qué hay en un nombre, si una rosa con cualquier otro nombre olería igual de dulce) que su actitud era de terquedad, luego me dí cuenta de que son dos situaciones muy diferentes. Julieta ama a aquél que lleva el nombre de su enemigo, y sin embargo no es su enemigo. Pannonique ha pasado por el intento de eliminar su identidad al haberle sido dado un código, un nombre que no le pertenece, aunque sea tan único como ella. No es el nombre lo que está en juego, sino lo que representa.

Las masas, como en un teatro del absurdo, replican exageradamente lo que ocurre con los realities: son devorados por algunos -aquí por una gran mayoría- y ocupan gran lugar en la prensa. Y cuanto más la prensa se rasga las vestiduras instando a que no lo miren y cesen las crueldades (la prensa también puede cambiar de opinión en el relato), más se agranda la cantidad de espectadores y la fruición con que miran Concentración.

Concentración que replica los campos de concentración nazis; que concentra gran cantidad de gente en un espacio híper-reducido; que concentra la acción en la brutalidad; que nos fuerza a concentrarnos y pensar para sentir lo que los protagonistas están viviendo.

El estilo de Nothomb es desnudo, frío, diferente. Introduce temas que luego parece no retomar. Hay que hacer un esfuerzo para adentrarse en la historia con profundidad, porque las palabras y las descripciones no abundan. Como no abundan las acciones ni las palabras en el juego para los jugadores, quienes podrían estar reviviendo el mismo día todos los días, tanta es la rutina. Hasta que aparece Zdena y sus chocolates, el recuerdo de los campos de concentración y las técnicas para no deshumanizarse por completo. ¿Es Concentración un reflejo de parte de nuestra sociedad? Quizás.


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