Ácido sulfúrico de Amélie Nothomb no es un libro fácil. El ácido del título
corroe la trama y sus personajes de principio a fin. Es una distopía que no
pone en el centro a la política y las instituciones sino al entretenimiento y
las masas. No impone un nuevo orden social a sus personajes, salvo a aquéllos
que deben “jugar” en el reality “Concentración”.
Pannonique, la heroína, se convierte en líder casi sin darse cuenta. Cuando
lo descubre, se siente con poder para salvar a todos, aunque luego descubre que
no es así. Pannonique es de pocas pero fulgurantes palabras. Se niega a ceder
lo que aún le queda: su dignidad, su nombre. Y aunque en un principio pensé,
recordando aquel famoso discurso de Julieta Montesco (quien se pregunta qué hay
en un nombre, si una rosa con cualquier otro nombre olería igual de dulce) que
su actitud era de terquedad, luego me dí cuenta de que son dos situaciones muy
diferentes. Julieta ama a aquél que lleva el nombre de su enemigo, y sin
embargo no es su enemigo. Pannonique ha pasado por el intento de eliminar su
identidad al haberle sido dado un código, un nombre que no le pertenece, aunque
sea tan único como ella. No es el nombre lo que está en juego, sino lo que
representa.
Las masas, como en un teatro del absurdo, replican exageradamente lo que
ocurre con los realities: son devorados por algunos -aquí por una gran mayoría-
y ocupan gran lugar en la prensa. Y cuanto más la prensa se rasga las
vestiduras instando a que no lo miren y cesen las crueldades (la prensa también
puede cambiar de opinión en el relato), más se agranda la cantidad de
espectadores y la fruición con que miran Concentración.
Concentración que replica los campos de concentración nazis; que concentra
gran cantidad de gente en un espacio híper-reducido; que concentra la acción en
la brutalidad; que nos fuerza a concentrarnos y pensar para sentir lo que los
protagonistas están viviendo.
El estilo de Nothomb es desnudo, frío, diferente. Introduce temas que luego
parece no retomar. Hay que hacer un esfuerzo para adentrarse en la historia con
profundidad, porque las palabras y las descripciones no abundan. Como no
abundan las acciones ni las palabras en el juego para los jugadores, quienes
podrían estar reviviendo el mismo día todos los días, tanta es la rutina. Hasta
que aparece Zdena y sus chocolates, el recuerdo de los campos de concentración
y las técnicas para no deshumanizarse por completo. ¿Es Concentración un
reflejo de parte de nuestra sociedad? Quizás.